Agradezco
a Ricardo y a Lourdes por regalarme el privilegio de decir unas palabras en este
día que celebran sus bodas de perlas, lo que voy a decirles es lo menos
parecido a un discurso, pues les voy contar un cuento, un cuento de hadas, no solo
con un final feliz, sino un cuento que es
un camino de estrellas, que no termina
aquí en la tierra.
Había
una vez una princesa que vivía en un castillo con 11 hermanos, y como era
inquieta y le gustaba diseñar, incursionó por la villa. Es así que una tarde de verano, apareció con sus rizos
blondos al viento, flotando en sus sandalias, en el jardín de San Martín. Este
era un bosque encantado, el hogar de Blanca Nieves y los siete enanitos. Era uno de esos almuerzos familiares, sin
prisa y sin ceremonias…pero la princesa no llegó sola, pues en el camino
encontró a uno de los enanitos, el de
cabellos rubios, y la princesa con toda la espontaneidad que la caracterizaba
lo abordó sin vergüenza, sospechando que él también buscaba a una princesa. Pero
en realidad no se trataba de un enanito
de verdad, tras su disfraz, se escondía en realidad un “feliz caballero”, al
estilo de Rubén Darío, que enfundado en
su pantalón verde, fue buscando a su princesa en caballo con alas (que
en realidad era una legendaria motito) y la adoró sin verla y llegó para “encenderle
los labios con un beso de amor”.
En
el bosque encantado de San Martin reinaban con total absolutismo la reina madre
y su hija mayor (Blanca Nieves). El
padre rey miró entrar a la princesa y al caballero (que en realidad era su
hijo) que exudaba amor y ternura por la
princesa y con su eterna bondad impartió un decreto supremo: a partir de ese
preciso momento, la princesa se quedaría
en el bosque encantado…..y señores y señoras, de esto hace más de 30 años, y hoy
esa escena del jardín, la estamos viviendo nuevamente, como si los años no
hubiesen pasado, hoy Lourdes y Ricar
siguen mirándose con el amor y admiración de aquella lejana tarde. Ya no están
el rey y la reina presentes, pero su amor y enseñanzas nos acompañan en esta
tarde.
Este
cuento de hadas, no termina como suelen ser estos cuentos, se casaron y fueron felices por siempre, la vida de la pareja es un largo camino, no
siempre iluminado de estrellas, pero Ricardo y Lourdes las fueron
encendiéndolas día a día, para que la luz nunca decayera.
Fueron
construyendo sus castillos, y en eso
Lourdes tomó pinceles y maquetas para armar sus nidos de amor. El primero fue
en esta casa, con una sinuosa escalera por donde subía Ricardo día a día, luego
de haber luchado cual caballero andante, con los monstros de las computadoras, para
encantar en ese momento a sus dos princesas, Lizi y Lourdes. Y así al crecer la familia se fueron a la
colina, a construir su segundo castillo y no contentos con eso, quisieron
llegar al mar, a saltar en las olas su felicidad, con las princesas que
llegaron al reino más tarde, Vera y Alesia.
Nada
de esto pasó en silencio, la música los acompañó día a día, no hubo fiesta o
navidad donde los trovadores Wurst – Guisti no llegaran con panderetas,
palitos, maracas y cancioneros, para
hacer bailar y reír a los ex enanitos y sus familias. Inmortalizaron Sopa le dieron al Niño, y
convirtieron en reyes y sacerdotes a toda
la comarca cada 24 de diciembre.
Podría
contar muchos acontecimientos familiares, los cumpleaños de las niñas o los
memorables 50 años de Ricardo, la boda de Lizi, todos organizados y preparados
con el inmenso cariño y el deseo de hacer partícipes a todos de su felicidad.
Sabemos que detrás de eso hay una
planificación Wurst de la cual se sienten identificados muchos de los ex enanos
del cuento, se sospecha que Ricar supera a todos. Pero todo eso es posible pues hay una
princesa, ahora elevada a la categoría de reina, que está siempre con las maquetas construyendo el hogar,
preservando el fuego del encanto, la belleza y la pasión, Lourdes, que admira y cree en su eterno
caballero enfundado en sus pantalones verdes.
Este
cuento de hadas no sería posible sin el amor, el respeto, la admiración que
ambos se tienen, les agradecemos por regalarnos este día y por los muchos más
que vendrán, han sido siempre para todos una
inspiración de amor de pareja y familia.
Carmen Wurst
Lima, 20 de
diciembre del 2014